En este artículo Antonio Escohotado, deja claro el tema de la toxicidad de la Marihuana. Este texto se recoge dentro del libro Historia general de las drogas.
La toxicidad de la marihuana fumada es despreciable. No se conoce ningún
caso de persona que haya padecido intoxicación letal o siquiera
aguda por vía inhalatoria, dato que cobra especial valor considerando
el enorme número de usuarios cotidianos. Lo mismo puede decirse
de la vía digestiva, donde hacen falta cantidades descomunales
(varias onzas) para inducir estados de sopor profundo, que desaparecen
durmiendo simplemente. A mediados del siglo XIX se llegaron a inyectar
hasta 57 gramos de extracto de líquido de cáñamo
en la yugular de un perro que pesaba 12 kilos, buscando la dosis mortífera
del fármaco; para sorpresa de los investigadores, el animal se
recuperó tras estar inconsciente día y medio.
No obstante, conozco al menos tres casos de personas que reaccionaron
a la combinación de marihuana y alcohol con lipotimia; al tener
la cabeza a la altura del cuerpo se recobraron de inmediato, pero una
de ellas podría haberse hecho daño al caer. No infrecuente
en borracheras, la lipotimia es una brusca bajada de tensión, más
explicable aún cuando la bebida se mezcla con cáñamo,
porque esta droga aumenta el consumo de oxígeno en el cerebro,
y el acohol es un vasodilatador. Falto de la presión mínima
constituye una reacción automática, orientada a cambiar
la posición erecta por otra sedente, donde acuda más sangre
a la cabeza.
También conozco casos donde fumar indujo náuseas y vómitos
al iniciarse los efectos psíquicos. Pero eran siempre hipocondrías
o «somatizaciones», donde la anticipación de un posible
descontrol mental producía esfuerzos por desembarazarse del agente
químico, expulsándolo. Desde luego, vomitar resulta inútil
a tal fin, porque el principio psicoactivo ha entrado a través
del pulmón en la corriente sanguínea. Episodios de este
tipo, caracterizados por anticipar una pérdida de límites,
suelen superarse con simples explicaciones y una actitud amable de quienes
acompañan al asustado; si no bastara con ello, cualquier sedante
acabará con el pánico inconcreto.
Efectos secundarios mucho más habituales son sequedad de boca,
buen apetito (especialmente orientado a alimentos dulces, que son oportunos
por aumentar la glucosa disponible y mantener la oxigenación óptima),
dilatación de los bronquios, leve somnolencia y moderada analgesia.
La duración de esta ebriedad es variable. Comienza a los pocos
minutos de fumar, y alcanza su cenit como a la media hora, desvaneciéndose
normalmente entre una y dos horas después. Sucesivas administraciones
pueden mantenerla mucho más, aunque será cada vez menos
clara y más parecida a un amodorramiento. Tras varias horas de
fumar, lo normal es sentir sueño y dormir profundamente, rara vez
con sueños. A mi juicio, esta falta de actividad onírica
(no constante) proviene de que el cáñamo ha desarrollado
ya antes al menos parte del potencial imaginativo.
Fuente: Antonio Escohotado
Comentarios
Publicar un comentario